La Sujeción Mutua
La
Autoridad y las funciones hacia el interior de la iglesia...
“Someteos
unos a otros en el temor de Cristo” Efesios 5:21
Hoy
en día, dentro de la iglesia institucional, existe una clara diferenciación
entre los profesionales que están a cargo de la iglesia (“clérigos”) y el resto
de los asistentes (“laicado”) quienes se limitan pasivamente a ser receptáculos
de quienes tienen la autoridad para mandar, dirigir, predicar y organizar
dentro de la iglesia; el laicado rara vez se le es permitido participar en el
culto, y si lo hace, es en actividades mínimas y sin importancia[i].
En
la Iglesia Nuevo Testamentaria (o Iglesia del primer siglo), instituida por
Jesucristo mismo y regulada por los mandamientos de los Apóstoles, nunca hubo
tal diferencia entre clérigos y laicos, todo lo contrario, Jesús puso el
cimiento (el fundamento), la piedra angular, sobre la cual iba a ser edificada
su verdadera iglesia:
Cuando
Jesús les preguntó a sus discípulos quién creían que era Él, Pedro respondió: “Tú
eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente”, a lo que en respuesta Jesús
afirmó: “…sobre esta roca (sobre la verdad que había afirmado Pedro) edificaré
mi Iglesia” (Mat. 16:16-18), esto mismo está en concordancia con las siguientes
afirmaciones de los apóstoles:
- Jesucristo es la piedra angular de la Iglesia (1 Cor. 3:11; Ef. 2:20; 1 Pe. 2:5-8).
- Jesucristo es la cabeza (el origen y fuente) de la Iglesia (Ef. 1:20-23; Col. 1:18a).
- Jesucristo, por lo tanto, es quien tiene la preeminencia y autoridad suprema sobre Su iglesia (1 Cor. 1:1-2; Ef. 1:21; Col. 1:18b).
Es importante mencionar que durante el
periodo de constitución de la iglesia a partir del advenimiento del Espíritu
Santo en Pentecostés, hubo apóstoles y profetas que tenían temporalmente una
autoridad especial para afirmar el fundamento de la iglesia, mediante su
testimonio, sus señales y sus textos inspirados (1 Cor. 3:9-11; 2 Cor. 10:7-9;
12:12; Gal. 4:12-15; Ef. 2:20; 3:1-7; 2 Pe. 3: 1-2); sin embargo, incluso ellos
rechazaron imponer su autoridad (Hch. 20:31-35; 1 Cor. 9:8-12; 12:13; 1 Tes.
2:5-8) salvo cuando enfrentaban las herejías nacientes que intentaban
reemplazar el verdadero evangelio, al enseñar la sana doctrina y cuando
observaban prácticas ajenas a lo enseñado por Cristo (Rom. 12:3; 1 Cor.
4:18-21; Gal. 1:8-10; 3 Jn. 9–10).
Por
lo anterior, debemos concluir que hacia el interior de la iglesia nadie
tiene ninguna autoridad especial o derivada por parte de Nuestro Señor
Jesucristo, sino todo lo contrario, el sentido general de las enseñanzas de
Jesucristo y de los apóstoles es que todos debemos:
- Servirnos unos a los otros (Mar. 9:33-35; Gal. 5:13-15).
- Amarnos unos a los otros (Jn. 13:34; Rom. 13:8; Ef. 4:32; 1 Tes. 4:9; 1 Jn. 2:7-11; 2 Jn. 5).
- Edificarnos unos a los otros (1 Tes. 5:11; Rom. 14:19; 15:2; Ef. 4:29-32; Jud. 20).
- Exhortarnos unos a los otros (Rom. 15:14; Col. 3:16-17; 1 Tes. 5:11; 1 Tim. 5:1-2).
- Someternos unos a los otros (1 Cor. 16:14-16[ii]; Ef. 5:21[iii]).
Por
último, debemos mencionar que todo cristiano tiene autoridad, una
autoridad delegada que emana de la autoridad misma de las Escrituras como
Palabra de Dios (Hch. 9:20-22; 17:2-3; 18:24-28; Rom. 8:31; 2 Tim. 3:16-17; 4:2;
2 Ped. 1:19-21), no que alguien tenga mayor autoridad que otro, sino que es
Cristo el único que es la cabeza y quien tiene la preeminencia sobre todas las
cosas en la iglesia (Col. 1:18).
Finalmente,
todo cristiano tiene un don para la edificación de la iglesia (Ef. 4:11-16),
mismo que lo identifica como un miembro del Cuerpo de Cristo (1 Cor. 12:12-31),
el cual se debe ejercer en amor (1 Cor. 13). Si bien es cierto que dentro de
las Escrituras se identifican “funciones” de pastorado u obispado, maestros,
apóstoles (enviados) y profetas, ninguna de estas funciones agregan
autoridad con ellas, salvo la autoridad que las Escrituras mismas confieren
a quienes las usan conforme a la guía del Espíritu Santo (Rom. 8:14).
CONCLUSIÓN
Dentro del cuerpo de Cristo nadie tiene la
preeminencia ni tampoco la autoridad, la única autoridad es Cristo (Mat.
23:8-10); por lo tanto, la forma en que funciona la Iglesia Neo-Testamentaria
es mediante la Ley del Amor; sometiéndonos, amándonos, exhortándonos y
edificándonos unos a los otros mediante el uso de nuestros dones, con el único
objetivo de glorificar a Jesús nuestro Mesías y el de proclamar Su glorioso
Nombre a todas las naciones. Todas las barreras de género, étnicas, culturales
y sociales son derribadas en Cristo (Gal. 3:28; Col. 3:11), por lo que
argumentar autoridad con base en género, posición social, raza o incluso dones
espirituales[iv]
está sencillamente fuera de todo el sentido bíblico[v].
[i]
Para mayor información sobre las diferencias de la Iglesia Institucional y la
Iglesia Neo-Testamentaria, ver el libro de
Frank Viola y George Barna, ¿Paganismo en tu Cristianismo? [Explora las
raíces de las prácticas de la iglesia cristiana]; Ed. Vida, México, 2011.
[ii] Es
importante hacer notar que Pablo en este pasaje en particular, exhorta a que
nos “sometamos” (Gr. hupotasso - ὑποτάσσω) a los que trabajan; sin embargo, no
hay que perder el foco de que también en otros textos, las Escrituras exhortan
a que todos trabajemos en la obra del Señor y alaban a aquellos que lo han
hecho (Hch. 20:35; 1 Cor. 15:58; 2 Tim. 4:2; 1 Tes. 2:2-3; Ap. 2:1-3). Por otro
lado, nuestro versículo clave (Efe. 5:21) nos exhorta a “someternos unos a
otros en el temor de Cristo”, por lo que debemos rehusar someternos a
cualquier persona, no importando su cargo dentro de la iglesia, que nos ordene
actuar contra la Palabra de Dios.
[iii]
Pablo exhorta a que “las casadas se sometan a sus maridos en todo” (Ef.
5:24) y a que “se sometan a sus Esposos” (Col. 3:18); sin embargo,
haciendo un estudio más profundo de los contextos en los que habla Pablo,
podemos concluir que: 1) Estas exhortaciones son exclusivas para hombres y
mujeres casados y no para la iglesia en general; 2) en el contexto de Ef. 5:24,
encontramos en el v.21 que debemos “someternos unos a los otros en el temor
de Cristo” y esto es una regla general para todo cristiano, por lo que un
sometimiento de la esposa al esposo en algo que va en contra de los principios
cristianos es anti-bíblico; 3) A las mujeres casadas, en (Col. 3:18), se les
exhorta a “someterse a su esposos”; sin embargo, este sometimiento no es una
subordinación ciega, sino que Pablo sigue diciendo “como conviene en el
Señor”, por lo que también es un sometimiento a la autoridad que tiene todo
cristiano al exhortar conforme a la palabra de verdad, la Biblia. Por lo
anterior, concluimos que el “sometimiento” de la mujer en el matrimonio no es
un sometimiento jerárquico entre personas con distintos rangos, sino un sometimiento
en amor hacia aquello que es bueno para su edificación y obediencia general a
las Escrituras, sometimiento que no es distinto a aquel que debe realizar todo
cristiano frente a una exhortación en amor conforme a la verdad revelada.
[iv] En
1 Cor. 12:22-25, Pablo claramente expone que Dios le ha dado mayor honor a los
miembros más débiles, de manera que no haya desavenencia (Oposición, discordia,
contrariedad) en el cuerpo de Cristo y en los vv. 27 al 28 del mismo capítulo,
Pablo iguala el ser “un miembro” con la función o don que le ha sido otorgado
por Dios; por lo tanto, es imposible asumir que un miembro que tenga el don de
profecía o de maestro deba tener la preeminencia o la autoridad sobre los
otros, sólo por el hecho de habérsele dado tal o cual don. Por otro lado, es
importante hacer notar que en ninguna parte del texto o de otro relacionado a
los dones o funciones esté restringido a un género en particular.
[v] La Reina-Valera Actualizada traduce Hebreos 13:17a de la siguiente
manera: “Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a
ellos”; sin embargo, una traducción más exacta la ofrece la Biblia Textual
3ª. Ed.: “Dejáos persuadir por los que os dirigen y sed dóciles”; esta
última versión va más acorde con el sentido general de las Escrituras y lo que
se ha venido estudiando en este capítulo, ya no exige un sometimiento a un rol
o a una función hacia el interior de la iglesia, generando una distinción entre
distintos “tipos” de hermanos, sino que es una invitación a ser dóciles a
aquellos que por su experiencia en el andar cristiano y a su madurez espiritual
nos pueden dirigir para servir, obedecer y honrar mejor a nuestro Dios.
Gracia y Paz
Plantando iglesias bajo la gracia
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